Aquí iré publicando textos ya antiguos que, pese a poder estar publicados en otros lugares, en su momento no terminaron de gustarme y, ahora, he decidido rescatar tras haberlos modificado más o menos para tratar de mejorarlos. Aunque, quizá, muchos de ellos, por no decir todos, sigan sin ser completamente de mi gusto.



viernes, 30 de abril de 2010

Celda de aislamiento




“Aunque no nos muriéramos al morirnos,
le va bien a ese trance la palabra: Muerte.

Muerte es que no nos miren los que amamos,
muerte es quedarse solo, mudo y quieto
y no poder gritar que sigues vivo.”

Gloria Fuertes.

Me puede este silencio,
Esta muda Babel, a voraz contramano,
Devastando, arruinando
El verbo que jamás se hubo hecho carne.
Ya apenas el poema
Se impone con su ritmo al disparate,
Y un estrépito abrupto como muerte sin tránsito
Golpea las paredes del recuerdo.
Impotente presencio el funeral
De la falsa esperanza, y el camino,
Mudado en hipogeo,
Me atrapa como tumba.
¡Quiero vivir, vivir!, mas, deletérea,
Me puede esta Babel con sus rüinas,
Con la sed que me impone su brutal epitafio,
Con su grito truncado, con su inmisericordia
Tajante como espadas.
No estamos preparados para tanta tristeza,
Para ser devorados
De amargura y destiempo,
Para la soledad.
Y así cuando al dolor
Se suma como epílogo el ocaso,
Las estrellas se inmolan sin clemencia
Sobre vidrios quebrados, sobre témpanos
Que manan con mi sangre como lama sin nombre,
Como hedor amarillo.
Me puede este silencio, sí, me pueden
Estas lenguas cortadas,
Origen y destino de este estruendo
Que brota de la nada.

Febrero de 2008 – abril de 2010

lunes, 19 de abril de 2010

A 22 kilómetros


A Gioconda Belli, por su Íntima multitud.
A Dulce Pontes, por la emoción.

Desde el reproductor de "emepetrés"
-llenándome, envolviéndome,
llevándome a regiones subacuáticas
de atroz melancolía azul y agreste-
fluye, igual que un torrente,
tal que azúcar moreno

recién diluida en té
rojo cobre caliente,
el aroma a canela de la voz
sin par de Dulce Pontes.

“Están as nubes chorrando
por un amor que morréu
están as rúas molladas
de tanto como chovéu”


En el panel informativo rugen
figuras parpadeantes, rojo inmóvil,
de ataúdes de metal, amontonados,
gimiendo comprimidos
por un denso triángulo

sangriento que titila sin salidas:

“A 22 KILÓMETROS”.

Mi alma dolorida, fulgor perecedero,
se expande, se sublima,
hacia su vasto adentro sin confines,
entre la remembranza incontenible,
sin digerir su ternura aún del todo,
de la íntima, la heroica multitud
de Nicaragua, y de Gioconda Belli
y su firme lamento
por su paisito, tan lejano, en llanto;
su anhelo firme, pero siempre incierto,
de que un millón de voces
algún día la arrullen dulcemente
con el mimo y los versos maternales
de una liberadora canción triunfal de cuna;
el inmenso dolor que la atormenta
por su Carlos Fonseca,
quizá asaltado de manera póstuma
por hormigas locuaces y perversas;
su gran amor -revolución frustrada-
hecho pedazos por las sucias trampas
de un pútrido poder que envenenado
de un orgullo altanero y sin clemencia,
temprano abandonó vergüenza y ética
al borde tortuoso del camino.
Adriana, su querida Adriana; Digna
Mendiola, despojada de forma voluntaria
de su blusita blanca
y su faldita azul de colegiala,
herida mendigando en un semáforo
que nunca dio oportunidad alguna
al rojo y sus matices;
el tiempo y su fugaz futilidad;
la huera y detestable sinrazón
de la velocidad;
la incomunicación;
amor y desamor;
Virginia Woolf, en su recuerdo libre
e irredenta, llenando los bolsillos
de piedras y más piedras
camino a su postrer
zambullida en el río;
la cruel desesperanza
y su deseo incombustible y fiel
por siempre resurgir de las cenizas;
su inmensa soledad
sobre las atestadas autopistas,
calles, de la multiétnica
la multitudinaria,
y tan indecorosamente extensa
Los Ángeles; esa ciudad sin cielo.

“Mas a velha Chica embrulhada nos pensamentos,
ela sabia, mas não dizia a razão daquele sofrimento.
Xé menino, não fala política,
não fala política, não fala política”
.

Súbitamente inmóvil, soy cercado
por las salpicaduras corrosivas
que vomitan los tubos de escape –qué eufemismo-
y por miles de rostros de tez fantasmagórica,
reflejo enrojecido de un infierno
que se enciende espantoso con las luces de freno.

Me siento yo también un autonauta
desamparado y solo,
y, furtiva, una lágrima resbala,
Amarga y salitrosa, hasta mis labios,
ante la certidumbre sin ambages
de que mi madrugar sin fe en la aurora

jamás me acercará siquiera un poco
a la ilusoria e inasible calma
de una cálida muerte transitoria y nocturna
-espejismo fugaz empeñándose en vano
por huir de esperanzas tantas veces frustradas-;
y de que una vez más, mañana, seré Lázaro
destripando mis sueños no engendrados
sin dar siquiera, como mal menor,
una oportunidad
al gris e impersonal despertador
-arma brutal de destrucción masiva
y baluarte esencial del soez capitalismo-;
sólo un sobreviviente, a duras penas,
amarrado a la hirsuta pesadilla
de no saber el modo de secar
las lágrimas que anegan a las nubes;
de, al menos, no poder
ganar una batalla

a este pequeño ejército de hormigas espantosas
que me asedia sin tregua en el estrépito
de su hondo cuchicheo;
de no tener valor para otorgarle
una oportunidad a la niña Mendiola;
de no lograr vencer mi miedo atávico
ante ese desamor que todo amor contiene;
de no ser ya capaz de ser de nuevo
un menino inocente,
para hablar de política, de la revolución,
del sufrimiento y de sus (sin)razones;
sin trampas, sin orgullo,
con ética y amor;
de saber que temprano, muy temprano,
mas ya casi rendido, meteré
algunas piedras más en mis bolsillos.

Diciembre de 2005-abril de 2010.

jueves, 15 de abril de 2010

6 de enero de 2005


el crédito –ese aval sin intereses-
que allá por los albores de la infancia
doné a los soberanos que llegaron
un 6 de enero magos desde oriente

ha tiempo prescribió - carne de impago
debajo del ruidoso e insolidario
ya altares nuestros centros comerciales
fetiche idolatrado del consumo

falaz felicidad que se alimenta
en esa explotación voraz e impúdica
que obscena colma y rompe las uñitas
famélicas de tristes niños chinos
gastadas de coser de aurora a aurora
a cambio de ridículos salarios
–la vida desangrándose en los dedos-
balones engordando a miserables

y en su ansia la carencia de un regalo
sin precio que una carta nunca escrita
reclama en la certeza de su ausencia
por siempre el 6 de enero en la mañana

pero esta epifanía generosa
habiendo ya pensado sepultado
mi noble corazón de niño antiguo
por siempre boca abajo bajo el légamo
en un plúmbeo ataúd de desencanto

y ya mis desoladas esperanzas
de adulto descreído agonizando
sin dios en un pagano camposanto

este año al fin inesperadamente
mi más querida amiga alma de mi alma
insólito he cobrado el primer plazo

no
ha sido ese imberbe gnomo joven
–calculo que tendrá 300 años-
sus cálidas manitas aun sin guantes
tan abrigado con su gorro grana
sus suaves calcetines lana virgen
su mágica sonrisa su bufanda

ni ha sido su morada
- seta roja
–el rojo siempre fue mi preferido-
blanqueada de lunares como sueños

tampoco sus orejas fino alambre
capaces –imagino- de captar
insólitos mensajes estelares

ha sido constatar que el 6 de enero
aun siendo solamente un breve instante
al pie de tu belén sin yo saberlo
estuve junto a ti en tu pensamiento

ha sido vislumbrar también que a veces
fugaz por un segundo interminable
menudo ese regalo que anhelamos
sin precio inesperado y nunca escrito
acaba por llegar con una estrella

ha sido comprender inexcusable
haber de conceder sin más cauciones
de nuevo una ocasión a la esperanza
a antiguas ilusiones infantiles
aun siendo inabarcables a la magia
y a aquellos reyes magos que año a año
con fe e infatigables perseveran
viajando tras la estrella inalcanzable
que vuela desde oriente hasta occidente


Enero de 2005 - abril de 2010.

martes, 13 de abril de 2010

Magnolia


Olvidaré el color
Fulgente de esa flor,
Nieve de almendro al sol del mediodía.
Su dulce aroma,
Delator y denso,
Colmando a borbotones,
Anegando,
La marmórea acidez de los pasillos.
La efímera textura de sus pétalos
–Sedoso y tibio anhelo-
Entre tus manos cálidas, intactas;
Su mensaje cerúleo
En la elipsis palpable,
Y el regusto frugal y evanescente
Del beso imaginado, apenas mero
Destello insustancial en la vigilia.
Olvidaré rendido hasta su nombre;
Y tu nombre
–también casi de flor-,
Acordes de voraz melancolía.
Y el boj y la lavanda atando al patio
Las ansias y el suspiro reprimidos
A hirientes, duras penas.
Y olvidaré el abrótano, el romero
Y el hurto incauto y probo
Al despuntar como promesa el alba.
Mas nunca olvidaré que en esa noche,
Quizá, cuando aspiraste su fragancia,
Tus labios dulcemente acariciando,
Alojase en tus sueños el recuerdo
De mi obligada ausencia,
Intenso y tan fugaz como el perfume
De aquella flor de mayo cuyo nombre
Tú y yo no recordamos.

Junio de 2006-abril de 2010.

Temo acercarme a ti


Temo acercarme a ti.
Tan turbio es este miedo que, salobre,
Se agolpa sin efugio tras el párpado,
Que ciego y conturbado no vislumbro
Los caminos.

Temo acercarme a ti,
Contemplarme en tu límpida mirada
Hallando sólo sombras, la evidencia
De ser sólo un extraño,
Estrago requebrado en tu presencia,
Indescifrable, ausente.

Temo acercarme a ti;
Le temo a derrumbarme si te alcanzo
Hiriéndote la piel con cada esquirla
De ruinas como escarcha desplomada
Que crecen como náusea en mi impotencia.

Temo acercarme a ti,
Quebrar tu corazón con la incorpórea
E inmensa oscuridad de mi reflejo
Vertiendo en estallido sobre el mundo
Mezclado a tus latidos mi veneno.

Quiero acercarme a ti;
Con mi alma desalmada y sin cobijo
Lo requiero.
Pero me falla el ánimo y, perdido,
Me siento herido, exhausto,
Desamparado, roto,
Rendido y sin resquicios
Frente a la hostil, la hirsuta muchedumbre.

Y tengo

Miedo,
Mucho, mucho
Miedo.
Y me alejas,
Te alejo,
Y te alejas,
Me alejo,
Lejos,
Lejos,
A cada instante
Más y más y más
Horizonte.

Diciembre de 2006 - abril de 2010.



Fotografía: Julia Borodina.